Jerónimo Munzer, nacido en el pintoresco Feldkirch en 1437, desafió las convenciones de su época al embarcarse en una travesía que lo llevaría por toda Europa Occidental. Después de estudiar medicina en Pavía, su pasión por el descubrimiento lo llevó a recorrer tierras desconocidas, acompañado de tres valientes amigos conocedores de lenguas extranjeras.
En septiembre de 1494, Munzer y su intrépido grupo de compañeros emprendieron un emocionante viaje a través de España, con Guadix como una de las joyas destacadas en su ruta.
En aquel entonces, Guadix formaba parte de la Corona de Castilla, habiendo sido anexada solo cinco años atrás.
Armados de coraje y montados a caballo, Munzer y sus compañeros se adentraron en las calles empedradas de Barcelona, Valencia, Alicante y Almería, antes de llegar a famosa ciudad de Guadix. Aunque Munzer no hablaba castellano, la barrera del idioma no supuso un obstáculo, ya que los mercaderes alemanes abundaban en las poblaciones españolas, y alguno de sus acompañantes seguramente podía comunicarse en español.
La primera impresión de Munzer al llegar a Guadix fue cautivadora. En sus notas de viaje, comparó la ciudad con la alemana Nödlingen, destacando su ubicación en una hermosa planicie, coronada por un imponente alcázar (actual Alcazaba de Guadix) en lo alto de una colina. Guadix, tras la expulsión de la presencia musulmana, ahora albergaba solo a cristianos.
Durante su visita a Guadix, Munzer quedó impresionado por la mezquita que, convertida en iglesia, albergaba setenta columnas majestuosas. En su centro, un encantador jardín con una fuente para abluciones atrapó la atención del viajero. Además, Guadix ya se había convertido en sede episcopal y la iglesia estaba dedicada a la Virgen.
Desde la torre del alcázar, Munzer contempló maravillado el panorama que se extendía ante sus ojos. Los riachuelos serpenteantes que cruzaban la ciudad, la exuberante flora con nogales, almendros e higueras, y el abrazo de las montañas que rodeaban la Hoya de Guadix, todo ello bajo la imponente presencia de las nieves eternas de Sierra Nevada, a pesar de la suave temperatura, dejaron una huella imborrable en su memoria.
Mientras Munzer dejaba atrás Guadix en busca de nuevas aventuras hacia Granada, se encontró con encantadoras aldeas habitadas por musulmanes expulsados por los cristianos. Esa noche, el grupo descansó en el imponente Castillo de La Peza, preparándose para los emocionantes desafíos que les esperaban en el siguiente tramo de su viaje.
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